La caída de los precios del petróleo en las circunstancias actuales es una de las noticias más relevantes del año, por sus implicancias geopolíticas y económicas, tanto para los países productores, como para los consumidores y las empresas. No hay una única razón que determine la baja en los precios del crudo. Son varias las causas que podemos señalar y muchas las especulaciones que se pueden hacer respecto a como evolucionará esta situación.
La cotización del precio del petróleo disminuyó alrededor de un 40% desde junio hasta la fecha, para marcar sus valores mínimos respecto de los últimos cinco años. El precio del Brent, barril de referencia en Europa, llegó a cotizar por debajo los u$s 63 mientras que el West Texas, barril de referencia en EEUU, pasó a valores por debajo de los u$s 60. El precio medio anual del petróleo había rondado, entre 2011 y 2014, los u$s 110.
Los altos precios del petróleo registrados los últimos años, asociados al crecimiento de la demanda mundial de energía y al declino natural de yacimientos maduros de hidrocarburos en distintos lugares del planeta, proporcionaron un contexto favorable para ampliar las “fronteras hidrocarburíferas” e iniciar el desarrollo rentable de los recursos no convencionales de gas y petróleo en el mundo: Shale en Estados Unidos (EE.UU) y Presal en Brasil, por ejemplo. A su vez, los altos precios permitieron a algunos de los países productores financiar su Estado y utilizar parte de la renta petrolera para fines sociales, productivos o redistributivos, como en el caso de Venezuela, que tiene una gran dependencia de los ingresos del petróleo para financiar su desarrollo social inclusivo. Quienes más padecen los altos precios son lógicamente los países importadores de hidrocarburos, que tienen que afrontar grandes gastos en energía, como EE.UU., la Unión Europea (UE), Japón y China. Para ellos, como para los países importadores en general, la reciente baja del precio internacional del crudo puede ser tomada como una noticia positiva.
Intereses económicos
Algunos de los argumentos más empleados por los analistas especializados en la temática energética para explicar esta coyuntura de cambios en los precios señalan una desaceleración de la demanda mundial de petróleo a partir de las expectativas de recesión en Europa y la disminución de las tasas de crecimiento de la economía china. También se considera el aumento de la producción de crudo proveniente del shale en EE.UU. como un factor importante.
Se afirma que la crisis europea y el enfriamiento de la economía china y de los países emergentes anuncian una menor demanda de petróleo que se ve reflejada en los precios y en los costos de las importaciones de energía. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE) el total de la producción mundial de petróleo en el último trimestre de 2014 fue de 93,6 millones de barriles diarios, en tanto la demanda en el mismo período fue de 93,5 millones de barriles diarios. Además de una demanda más débil, se afirma que la existencia de una oferta más amplia ayuda a que el precio baje. Los analistas observan que esta mayor oferta en el mercado se debe principalmente al aumento de la producción de petróleo no convencional en EEUU, que ha crecido notablemente desde 2008, y a la recuperación de la producción en países como Irak y Libia, a pesar de los conflictos armados vigentes en estos países.
Los conflictos en Medio Oriente y en Ucrania no se están traduciendo actualmente en una menor producción de petróleo como podría haberse esperado. Unos meses atrás estaba instalada la preocupación de que las acciones del grupo autodenominado Estado Islámico podría comprometer las exportaciones de crudo desde Irak, pero hasta el momento, la posibilidad de que esta organización avance aún más en Irak y en otros estados de la zona no está afectando el flujo de hidrocarburos. Al contrario, Irak ha podido aumentar su producción de crudo y, en consecuencia, sus saldos exportables.
A su vez, la mayor oferta se adjudica el crecimiento de la producción de gas y petróleo en EE.UU. debido al boom de los recursos no convencionales provenientes del shale. Sin embargo, un petróleo con precios bajos de manera sostenida podría enfriar las inversiones necesarias para continuar con el boom de los hidrocarburos no convencionales. Se estima que su desarrollo viable necesita un precio alrededor de los 80 u 85 dólares. La cuestión clave en caso de que el precio del petróleo se mantenga por debajo de esos costos será saber si habrá financiación para invertir en nuevos proyectos, tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo.
Esta coyuntura alivianaría las cuentas en rojo de varios países de la Unión Europea (UE) y de otros países dependientes de importaciones de gas y petróleo. La contrapartida es el duro golpe que representaría para algunos de los países productores, como Rusia, Venezuela e Irán, que dependen de los ingresos provenientes de las exportaciones.
Pulseada geopolítica
En la formación de los precios internacionales del crudo, además de las variables económicas o de mercado, juegan un papel importante las tensiones geopolíticas. Es interesante entonces pensar cómo posiciona esta coyuntura en el mapa político a Estados Unidos, China, Rusia, y a los distintos países agrupados en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Rusia es uno de los países que más podría verse perjudicado por la caída de los precios. Con una economía interna golpeada por las sanciones internacionales tras su intervención en Ucrania, el Gobierno de Vladimir Putin se vería afectado por las implicancias económicas que esta situación pueda ocasionar al pueblo ruso. Las exportaciones de petróleo y gas, proveen actualmente el 40% de su presupuesto, por lo que una disminución en el precio afectaría considerablemente. No sólo Estados Unidos y la Unión Europea posan sus ojos en esta posibilidad, sino también Arabia Saudita, que conseguiría debilitar a Irán y Siria, aliados a Rusia.
Venezuela es otro de los países perjudicado por esta situación. En el contexto de guerra económica que enfrenta el país, con fuertes tensiones políticas, la noticia de una baja en el precio del petróleo y la consecuente merma de ingresos derivados de las exportaciones podrían afectar el presupuesto y el desenvolvimiento de los programas de gobierno, dependientes de los ingresos de la renta petrolera, y aumentar la conflictividad.
La Unión Europea y los Estados Unidos serían los más beneficiados en el corto plazo. No obstante, hay que tener en cuenta que un escenario de este tipo durante un tiempo prolongado podría afectar los aumentos en la producción interna de los EE.UU, provenientes de los crecientes aportes del shale, lo que podría derivar en un nuevo aumento la demanda de importaciones. En ese caso, lo más razonable es que el precio vuelva a subir por la propia dinámica del mercado.
Arabia Saudita juega un papel decisivo en este contexto. El reino saudí es actualmente el mayor productor mundial de crudo y el que mayor flexibilidad dispone para aumentar y reducir su producción. Una posibilidad es que su estrategía sea optar por precios moderados en el corto y mediano plazo para mantener su cuota de mercado y presionar ante el avance de la producción de los no convencionales en EE.UU, para más adelante maximizar ingresos subiéndolos a largo plazo. Si los precios se mantienen bajos, habrá una caída en la inversión petrolera y eventualmente una disminución en la producción, lo que con el tiempo hará que disminuya la cantidad de petróleo que actualmente alimenta el mercado. Esto debería resultar, al cabo de varios meses o años, en una recuperación del precio del crudo. Las abultadas reservas en dólares con las que cuenta el reino saudí, unos u$s 800.000 millones, le darían espaldas para una decisión de este tipo. Por otra parte, con un precio relativamente bajo Arabia Saudita conseguiría afectar los ingresos de otros países productores como Siria, Irak e Irán, y evitar el auge del chiismo en la región.