Energiewende: La transición energética en Alemania

Alemania, más que ninguna otra potencia económica en el mundo, ha emprendido el camino de sustituir los combustibles fósiles y la energía nuclear en pos de una transición hacia fuentes de energía más sustentables. Sin embargo, este desafío enfrenta distintas dificultades.

Energiewende (transición energética) es un término que nace en Alemania durante los años 70 como un intento de quienes se oponían a la energía nuclear y querían mostrar que era posible un suministro de energía alternativo. Actualmente, esta palabra denomina el cambio en la política energética del gobierno germano, que proyecta convertir a Alemania en una economía energéticamente sostenible, sustituyendo progresivamente la energía nuclear y los combustibles fósiles por fuentes alternativas, mejorando la eficiencia energética y reduciendo al mínimo las emisiones de dióxido de carbono.

Después del accidente nuclear de la central japonesa Fukushima en 2011, el parlamento alemán, con amplio consenso político, decidió abandonar la energía nuclear poniendo fecha de cierre de todas las centrales nucleares del país para el 2022. Y se propuso la meta de producir el 80% de la electricidad a partir de energías alternativas para el 2050.

Alemania es el mayor consumidor de energía en Europa y es el octavo consumidor de energía más grande del mundo. Desde la reunificación en 1990, el país cuenta con una población que oscila los 80 millones de habitantes, por lo que es el más poblado de Europa.También es la cuarta economía más grande del planeta (después de Estados Unidos , China, y Japón) si comparamos su producto bruto interno (PBI) nominal. Entre 1970 y 1985 el crecimiento de su PBI fue acompañado por el crecimiento en el consumo energético. Sin embargo, desde 1985 Alemania ha mostrado crecimiento del PBI, con una población estática y con disminución del consumo de energía per cápita. Esto se debe principalmente a la mejora de sus porcentajes de eficiencia energética.

El país teutón es una nación pobre en materia de recursos energéticos (la producción de petróleo es insignificante y su pequeña producción de gas está en declive) y necesita importar el 70% de la energía que consume, incluyendo uranio, lo cual le genera grandes gastos. En 2012, el país gastó 87 mil millones de euros en importación de energía. Según el Informe estadístico 2013 de BP, el Petróleo sigue siendo la principal fuente de energía que utiliza el país, lo que representa el 36% del consumo primario total. Le siguen el carbón con el 25%, el gas natural con el 22% y la nuclear con el 7%. El sector del transporte absorbe la mayor parte de la demanda de productos derivados del petróleo.

Por su parte, alrededor del 10% del consumo total de energía en Alemania se obtiene a partir de fuentes de energía alternativas. Este segmento se compone del siguiente modo: hidroeléctrica 16%, viento 34%, energía solar 21% y otras (biomasa) 30%. En cuanto a la generación eléctrica, la participación de las energías alternativas ha aumentado del 5% en 1999 al 26% en 2012. De este porcentaje el 7% se obtiene a partir del viento y el 5% a partir de la solar. 

El principal problema que presenta el desarrollo de estas fuentes alternativas es su dificultad para que nos provean la energía en el momento que las necesitamos y por el tiempo necesario. Es decir, son intermitentes y no aseguran un abastecimiento energético constante. Si sopla el viento o brilla el sol habrá electricidad, pero cuando esto no ocurre la generación se interrumpe. 

Si la red no puede tolerar fácilmente los niveles de producción de electricidad actuales, y dado que las interrupciones irregulares en el suministro hacen necesario el sostén de otro tipo de generación eléctrica que permita sostener el flujo de energía estable, una futura expansión demandaría el desarrollo de una infraestructura de red más compleja y costosa. Otra dificultad es que la cantidad de de molinos de viento necesarios para satisfacer el consumo de electricidad serían demasiados para el territorio alemán.

Además, aún no se ha logrado desarrollar la tecnología necesaria para su almacenamiento a gran escala. La investigación para lograr sistemas de almacenamiento masivos será por lo tanto fundamental para lograr la transición energética deseada.

Sin embargo, a pesar de su carácter complementario, en días soleados y con viento, los paneles solares y las turbinas eólicas suministran hasta la mitad de la demanda de electricidad del país, algo que nadie esperaba hasta hace algunos años, y se ha registrado un pico cercano al 70% hace poco tiempo. Estimaciones optimistas sugieren que Alemania obtendrá más del 40% de su energía eléctrica a partir de fuentes alternativas para el 2020.

Por otro lado, desde Fukushima y el cierre en Alemania de ocho plantas nucleares, el país ha aumentado el uso del carbón para la generación de electricidad, como sustituto de la energía nuclear. La reducción de la dependencia de las plantas nucleares ha tenido la consecuencia de una mayor dependencia de los combustibles fósiles y de las importaciones de electricidad de Francia, que genera el 75% de su energía eléctrica a partir de la nuclear. Los impulsores de la Energiewende esperan que un mayor desarrollo tecnológico  permita un mayor aporte de las energías alternativas en el futuro, y poder revertir esta tendencia.

Según sus promotores, más de la mitad de las inversiones en energías alternativas las han hecho pequeñas y medianas empresas, mientras que las grandes corporaciones han invertido relativamente poco hasta ahora. Al mismo tiempo resaltan que su desarrollo ha empoderado a comunidades locales y sus ciudadanos para que generen su propia energía renovable. Y señalan que las comunidades se ven beneficiadas con la creación de nuevas fuentes de empleo, que han adquirido una tremenda importancia, particularmente después de la crisis financiera en la eurozona. Como contrapartida, los consumidores alemanes han tenido que afrontar el aumento de las tarifas de electricidad (El Estado subsidia la industria pero no el consumo hogareño), que son de las más altas de Europa.

La nueva política energética alemana garantiza prioridad de acceso a la red a todo tipo de electricidad generada a partir de energías alternativas y promociona su uso, el problema es que por el momento no pueden conseguir los mismos niveles de productividad que los combustibles fósiles ni consiguen reemplazar a la energía nuclear. Por ello, la utilización del carbón también se ha incrementado. Esta situación demandaría tal vez un replanteamiento del sistema productivo, algo que los industriales alemanes difícilmente acepten.

Compartir: