Martín Bronstein
Gracias al impulso generado por la revolución del shale en EE. UU., la producción mundial de petróleo ha aumentado en más del 20 por ciento en los últimos 15 años. Este incremento, impensado hace diez años, ha adormecido las predicciones apocalípticas de la teoría del peak oil, pero todavía no sabemos si las ha eliminado definitivamente. Sin embargo, hay que reconocer que la hipótesis del peak oil, tal como la plantearon en 1996 Colin Campbell y Jean Laherrèrre, no afirmaba que el petróleo se iba a agotar en el corto plazo, sino que se iba a alcanzar un máximo de producción mundial de los recursos convencionales antes de 2010. Esta hipótesis fue confirmada, cuando la producción convencional alcanzó en 2009 un pico de 75 millones de barriles diarios. Los autores también reconocían la posibilidad del desarrollo de los recursos no convencionales para superar el pico de producción convencional y acompañar el crecimiento de la demanda. Sin embargo, también plantearon que el agotamiento de los recursos convencionales y fáciles de extraer traería como consecuencia el fin del petróleo barato. En este punto, la hipótesis del peak oil ha sido certera, más allá de la volatilidad de los precios.
Hoy, la industria del petróleo teme una nueva amenaza generada, ya no por el pico de producción, sino por el temor a alcanzar el pico de demanda a nivel mundial, generando una nueva preocupación en la industria. De hecho, no son sólo los grupos ecologistas que se oponen al uso de los combustibles fósiles los que proclaman esta situación; uno de los principales productores de petróleo (Royal Dutch Shell) afirma en uno de sus últimos estudios prospectivos que el consumo mundial de petróleo pronto alcanzará su pico y luego comenzará su declive terminal. No está claro si estas afirmaciones la empresa las hizo ante la presión de los grupos que sostienen el carácter antropogénico del cambio climático o a partir de estudios prospectivos serios. También es interesante destacar que esta preocupación ha marcado la historia de la empresa angloholandesa. La teoría del Peak Oil fue enunciada por M. King Hubbert, geofísico que trabajaba para Shell en EE.UU. con el objetivo de dar respuesta al temor de la empresa sobre la demanda de petróleo futura ante la irrupción de la energía nuclear. Hoy, el sustento de esta postura es el crecimiento de las ventas de vehículos eléctricos y la necesidad de implementar políticas para reducir el uso de petróleo con el objetivo de combatir el cambio climático. Es cierto que, por primera vez en más de un siglo, el mundo puede vislumbrar un futuro sin petróleo, sin embargo, esto todavía es incierto y seguramente llevará varias décadas. En este contexto, tanto los modelos de la Administración de Información de Energía (EIA) como la Agencia Internacional de Energía (AIE) han pronosticado repetidamente una mayor demanda de crudo. Hoy, el petróleo sigue siendo la fuente de energía más importante del mundo, ya que suministra el 35 por ciento de toda la energía utilizada y es el combustible que utiliza el 95% del transporte. El vínculo entre el crecimiento económico y el uso del petróleo puede verse desde una variedad de perspectivas, pero los dos claramente avanzan en conjunto.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el petróleo se ha constituido como la principal fuente de energía y alimenta el motor económico mundial. La demanda sigue en constante crecimiento: 61 millones de barriles por día (MMbpd) en 1980, 77 MMbpd en 2000 y 100 MMbpd este año. En los últimos 33 años, la demanda mundial anual de petróleo solo no ha aumentado tres veces, de manera contundente, en tiempos de recesión económica. La demanda global de petróleo y el desarrollo económico
Fuente: EIA
En muchísimas actividades, el petróleo todavía no tiene ningún sustituto significativo, por lo tanto, no hay evidencia de que la demanda mundial de petróleo alcance su punto máximo en el corto plazo. Alrededor del 85 por ciento de la población mundial vive en países en vías de desarrollo, como China, India, Pakistán y Nigeria. Tienen una gran población y sus futuras necesidades de transporte dependen de más petróleo y ahora están comenzando a verse. Estos países, naturalmente buscan crecer y aumentar su riqueza, y la historia de Occidente les ha mostrado que la salida de la pobreza requiere, de manera indispensable, la construcción de una amplia infraestructura de transporte basada en el petróleo. Estos sistemas son capaces de lograr economías de escala masivas que proporcionan grandes cantidades de energía a bajo costo. Para ilustrar el alto valor del petróleo, las naciones ricas de la OCDE consumen el 46 por ciento del total mundial, a pesar de ser sólo el 15 por ciento de la población. Los números a favor del petróleo son abrumadores. La flota global de vehículos de pasajeros basada en el petróleo es de alrededor de 1.500 millones, con 95 millones de nuevos comprados solo este año. En total, hay menos de 5 millones de autos eléctricos en operación, un nicho de mercado en crecimiento, pero que no está cerca de reducir la demanda de petróleo de manera significativa. De hecho, solo lograr una participación de mercado del 20 por ciento del total de las ventas mundiales de automóviles para el año 2040 sería un gran logro para quienes operan con electricidad, pero no lo suficiente como
para reducir significativamente las necesidades de petróleo, ya que una mayor cantidad de aviones y camiones pesados lo compensarán, además del crecimiento de la petroquímica. Incluso con incentivos y enormes subsidios, los automóviles eléctricos son todavía más caros que los convencionales basados en petróleo. Este es un problema importante para las naciones más pobres que son las que generan casi toda la nueva demanda de petróleo en el mundo. Hoy, con menos del 1% de la población mundial capaz de pagarlos, los autos eléctricos realmente son «juguetes para ricos». Hasta que veamos una disminución absoluta en la demanda mundial de petróleo durante varios años (no solo una disminución en el crecimiento incremental), la idea de «pico de demanda de petróleo” carece de fundamento. Entonces, si bien es comprensible que empresas como Shell quieran salir del petróleo y posicionarse como “grandes jugadores del gas natural” en la era del cambio climático y las políticas contra el carbono, se les recomienda recordar que el futuro del petróleo es todavía brillante.